jueves, 9 de enero de 2014

"Escogida para el Altar"

CAPITULO 8 ( SEGUNDA PARTE)

SIERVA O SEÑORA

“Por tres cosas se alborota la tierra, Y la cuarta ella no puede sufrir: Por el siervo cuando reina;Por el necio cuando se sacia de pan; Por la mujer odiada cuando se casa;Y por la sierva cuando hereda a su señora”. Proverbios 30:21-23...
Ser siervo para este mundo es una humillación, ¿quien en los días de hoy quiere servir? Nadie. Todos quieren ser patrones y tener muchos empleados que lo sirvan. Pero para nosotras que servimos a nuestro Dios, es una honra que nos llamen siervas del Señor Jesús.
Todas comenzamos con el ardiente deseo de servir a Dios, pero muchas con el paso del tiempo, dejan de ser siervas y quieren ser señoras; no quieren servir más, ahora quieren que las sirvan.
Es a partir de esto que comienza la ruina de la mujer de Dios, pues mientras nos mantenemos en la condición de siervas somos usadas por el Espíritu Santo, pero cuando creemos que merecemos que nos sirvan ya no somos útiles para nuestro Señor.
Me gustaría que juntas analizásemos la historia de Sara y Agar, ya que esta no esclarecerá este tema.
Sara era linda, rica y casada con el hombre que amaba. Linda escena ¿no? Pero la vida de Sara no fue fácil, ella atravesó varios desafíos.
Primero tuvo que dejar la próspera ciudad de Ur de los caldeos, cuando Dios le pidió a Abraham “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”.
Abandonar todo y partir para un lugar desconocido no es fácil; dejar la comodidad, cambiar lo seguro por lo inseguro. Principalmente para las mujeres, no suena tentador dejar su linda casa, familia y el lugar que siempre vivieron, para ir rumbo a un lugar desconocido.
Pero Sara acepto ese desafío, mostrándole a Abraham su sumisión y que estaría con el en cualquier situación, incluso cuando las circunstancias no fuesen las mejores. Ella decidió a pesar de todo seguir a su marido y a su Dios.
Sara servía a su marido con devoción, ella lo respeta tanto a tal punto de llamarlo señor. A pesar de esto sufría profundamente a causa de su cruda realidad: no podía ser madre.
Quizás no entendiese por que le sucedía eso. En esa época era frustrante su situación, porque la mujer era considerada inservible. Y así se sentía Sara, aun teniendo el amor incondicional de su marido.
Lidiar con el problema de esterilidad, la vergüenza por no poder darle descendencia a su marido, le causaba más dolor aún.
Además como si esto no fuese suficiente, ver a su esclava embarazada de su amado marido empeoraba la situación, aunque la idea hubiese partido de ella. Ciertamente estaba celosa y enojada.
Como consecuencia, después de que Agar dio a luz, empezó a despreciar a su señora, pues tenía lo que Sara no podía tener: un descendiente de Abraham. A partir de esto Agar se olvidó que era sierva y empezó a sentirse más importante que su señora. Esto provocó diferencias entre Sara y Abraham; y finalmente tuvieron que echarla porque la convivencia se volvió insoportable.
“Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora. Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo. Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia”. Génesis 16:4-6
La mujer de Dios debe saber siempre cuál es su lugar. Servir es una honra y no una vergüenza y podemos hacerlo de diferentes maneras.
Sirves a Dios cuando evangelizas, limpias la iglesia, atiendes a una persona, ayudas a una amiga, cuidas de tu casa y de tu familia, cuando niegas tu voluntad para agradar a tu Señor; siempre que tienes buenos ojos, si visitas a un enfermo; cuando acompañar ayudas a un hombre de Dios. Todo lo que hacemos es una ofrenda para Dios.
Servir a Dios es servir a nuestro semejante, siempre que realices algo para alguien, hazlo como si fuese para el Señor Jesús; hazlo con placer, da tu mejor, pues Cristo que recompensará.
No cometas el error al dejar de entregarte, pues quien no da, no puede recibir. Jamás te coloques en la posición de señora; respeta a los mayores, se humilde a la hora de aprender, pídele a Dios que te de un corazón de sierva.
Quien sirve a Dios no le preocupa a quien va a servir, pero quien sirve a los hombre elige a quien servir.
“Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Mateo 20: 26:28

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