jueves, 19 de diciembre de 2013

"Escogida para el Altar"

CAPITULO 6 (SEGUNDA PARTE)

TRANSPARENCIA

La obra de Dios no es un mundo de fantasía, donde las personas pueden buscar el éxito o garantizar su futuro....
Debes estar consciente de que vas a lidiar con vidas, y si deseas hacer la obra de Dios con otra intención que no sea la de ganar almas y estás escondiendo los verdaderos motivos, te aseguro que no tendrás la aprobación del Espíritu Santo.
La persona que es de Dios no finge ser algo que no es, no vive de falsas apariencias ni juega con algo tan serio.
¿No te irritas cuando tienes que tratar con personas falsas? Delante de ti son una cosa y por atrás son otra. Crea intrigas y después dice que no dijo nada; en la casa se comporta de una forma y en público de otra. ¿No es horrible? Dios también abomina la falta de sinceridad, la diferencia está en que a Él nadie lo puede engañar, porque Él conoce a cada una de nosotras. Lamentablemente, hay personas en la obra de Dios que viven de esa manera, fingiendo, actuando.
Este tipo de persona no nació de Dios, en el fondo ella sabe que es falsa, pero tiene miedo de enfrentar la realidad y prefiere seguir usando su máscara.
Quien no tiene el Espíritu Santo se esfuerza para mostrar que es bueno, pero la verdad es que tiene dos comportamientos; intenta mostrar que es honesta, pero en la realidad es una estafadora; quiere ser considerada verdadera pero sólo vive mintiendo; todo lo que hace es para llamar la atención del pastor, pues su trabajo no es aprobado por Dios, por su falta de sinceridad y transparencia.
¿Ya notaste que hay personas que delante de la autoridad espiritual son un amor, pero con las demás personas son terribles? Incluso parecen bipolares. ¿Cómo una persona así se atreve a pensar que tuvo un encuentro con Dios? Imposible.
¿Ya te sacaste una foto sin arreglarte el cabello y sin maquillaje, o sea, al natural? Esa eres realmente tú, sin ningún tipo de artefactos, trucos de belleza y sin esconder las imperfecciones.
Así es como Dios nos ve, como realmente somos, con nuestros miedos y temores, nuestras virtudes y defectos, nuestras fuerzas y debilidades, con nuestras alegrías y tristezas. El conoce la intención que existe por detrás de cada actitud que tomamos. Jamás pienses que puedes engañar a Dios.
Cuando estamos solas entre cuatro paredes y no hay nadie cerca para observar lo que hacemos o hablamos, Dios nos está viendo, tan detalladamente como en una radiografía; cada actitud, cada pensamiento, cada intención.
Delante de Él no hay máscaras, no hay manera de arreglar o esconder algo, los ojos de Dios pueden llegar a donde nadie consigue llegar, no podemos engañarlo.
Asume tu realidad y haz algo al respecto. Sé tu misma, real y transparente, haz lo correcto y no lo equivocado, aunque te duela. No aceptes usar máscaras para aparentar algo que no eres, ya que un día la máscara se va a caer.
Tal vez seas una persona carismática, se puede contar contigo, tienes miles de talentos, aparentemente tienes todas las cualidades para ir al Altar; le agradas al pastor responsable y su esposa, ellos cuentan contigo para las cosas de la iglesia y llega un punto en que crees que quieres el Altar. Pero en lo más intimo de tu ser, en lo más profundo de tu alma, ¡sabes que no es eso lo que realmente quieres! Y las preguntas comienzan a llenar tu corazón. ¿Qué van a pensar? ¡El pastor confía en mí! ¡Yo puedo ir al Altar, soy una buena obrera! ¡Quizás funcione!
Amiga lectora, una vez más te pido, sé transparente. Cuando estamos sobre el Altar, somos una ofrenda viva, y las ofrendas para Dios no pueden tener ningún defecto, ellas tienen que ser perfectas, sin ningún puntito negro, para que Él no las rechace.
No aceptes entrar en la obra de Dios si tu intención no es ganar almas exclusivamente.
“Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque el Señor escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre.” 1 Crónicas 28:9.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario